EL ÚNICO QUE SACIA DE VERDAD


Juan 6:35 
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”  

El que viene a Jesús, es decir el que busca a Jesús, el que pide ayuda a Jesús, recibe una llenura y saciedad que no pueden dar las cosas de este mundo.  

Muchas personas vinieron a Jesús y él satisfizo sus necesidades.  

En el caso de Nicodemo, Jesús sació su hambre de saber. Nicodemo necesitaba respuestas que iban más allá de la religión que profesaba, necesitaba luz para su mente y Jesús le dio la verdad que llenó su intelecto y dieron respuestas a sus interrogantes.  

En el caso de la mujer samaritana, Jesús sació su sed emocional. Las relaciones sentimentales fracasadas habían llevado a esta mujer a vivir sufriendo y por último incluso a autoexcluirse prácticamente de la sociedad. Jesús sanó su alma y la llenó de esperanza para volver a amar y ser amada.  

En el caso de Mateo, Jesús sació su sed de identidad y realización. La vida de Mateo no discurría por los caminos soñados, no habiendo llegado a ser todo lo que él mismo y otros esperaban. Por su nombre, Leví, podemos llegar a pensar que estaba destinado a ser un guía de su pueblo y sin embargo su trabajo de recaudador de impuesto para Roma era contrario a los intereses de su propio pueblo. Jesús sació su hambre de verdadera y completa realización devolviéndolo al camino de ser un agente de bendición para su pueblo y aún para todas las gentes.  

Hubieron muchos más casos donde Jesús sació el hambre y la sed de los que le buscaron pero bastan estos tres para comprobar que Jesús les dio una nueva y plena vida.  

Jesús sacia nuestra vida como no la puede saciar este mundo. Jesús nos da la nueva vida que nada ni nadie nos puede dar.  

¡Toca ir a Jesús! 

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