REVITALIZADOS POR EL RÍO
Juan 7: 37, 38
“37 Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
“37 Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
¡Qué palabras de Jesús más desafiantes! Una invitación a creerle para ser vivificados como lo hace un río por allí donde pasa. Y será un río que no esté lejos como para no poder ir a buscarlo, porque será un manantial que brote en nuestro interior. Y tampoco será encontrado por buscarlo de una forma especial que solo esté al alcance de unos pocos, será por la fe en Jesucristo que esos “ríos de agua viva” fluirán en nuestro interior. Con esta expresión Jesús daba a entender que su Espíritu, el Espíritu Santo, vendría a vivir a nuestro interior de una forma que nosotros no podemos explicar pero sería ciertísima su presencia dentro de nuestro ser.
Si leemos historia de Egipto en la Biblia, sabemos que tuvieron años de producción y años de escasez, Génesis 41: 47 “En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo a montones”. Si leemos de Egipto en los libros de historia sabemos que la productividad en el país se debía a las crecidas del río Nilo que llenaba de nutrientes aquella tierra. También en la Biblia vemos como la primera plaga que Dios envía a Egipto es convertir las aguas en sangre, por lo que las aguas del Nilo ya no servían para nada. Dios estaba ya enseñando que lo que de verdad da vida en plenitud al ser humano es el Río de Dios.
Apocalipsis 22: 1 “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.” Ese río prometido por Jesús no es una simple convicción que nace en el corazón humano sino que viene del mismo cielo, viene del trono de Dios y del Cordero, y vivificará toda nuestra vida. Si creemos, el río fluye y revitaliza todo nuestro ser.
El río de Dios aporta vida a la persona que cree, Ezequiel 47: 1, 9 “1 y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa. 9 'Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río.”.
El río de Dios trae sanidad, arrastrando suciedad y llevándose pudrición. Trae limpieza, arrancando lo que creció y estorba y no sirve. Trae fertilidad, aportando nutrientes donde no los hay. El río de Dios cambia todo allí por donde fluye.
Hoy, y cada día, por la fe en Jesucristo, podemos ser revitalizados por la presencia y obra poderosa del río de Dios, del Espíritu Santo. Salmo 1: 3, seremos como un árbol que echa sus raíces hasta las corrientes de aguas y está constantemente siendo revitalizado.