PONIENDO EL OIDO PARA ESCUCHAR
Habacuc 2: 1 DHH “Estaré atento y vigilante, como lo está el centinela en su puesto, para ver qué me dice el Señor”
No estamos hablando de poner la oreja para enterarnos de lo que otros hablan, o escuchar lo que otros vienen a decirnos, porque eso realmente lo que hace es contaminar nuestra preciosa y maravillosa nueva vida. Hablamos de estar atentos a lo que el Señor nos dice. El Señor nos dice que nos deleitemos con su Palabra, Salmo 1: 2 “En la Palabra del Señor está su delicia, y en su Palabra medita de día y de noche”.
Estar atento a la Palabra del Señor, darle la mayor importancia, buscar la Palabra hasta recibirla y poner todo nuestro esfuerzo en entenderla y en guardarla (obedecerla), es lo que edificará nuestra vida en la correcta relación con el Señor, nos revelará sus misterios, nos sustentará en la verdad para no ser engañados, nos fortalecerá espiritualmente dándonos crecimiento y nos impulsará a caminar en el camino de bendición que tiene para nosotros.
Es muy importante no filtrar la Palabra de Dios cuando la leemos en la Biblia y cuando es predicada, porque entonces solo recibimos lo que interesa a nuestra alma conforme a sus pasiones y deseos y puede que no estemos permitiendo la exhortación o corrección del Señor. O puede que no estemos recibiendo la indicación del Señor del camino por donde quiere que vayamos.
Por eso es tan importante la palabra que el Señor da a la Iglesia, recogida en Apocalipsis 2 y 3: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Que está en consonancia con lo que se dice a la iglesia en Hebreos 3: 7, 8 “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”.
El Señor Jesús decía cuando compartía la palabra: Marcos 4: 23-25 “23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga. 24 Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”
Si medimos lo que oímos solamente conforme a nuestro interés personal o egoísta, eso traerá una consecuencia seria a nuestra vida espiritual, porque nuestra edificación se puede dañar, podemos dejar de recibir para ser edificados, y aún podemos perder lo que ya habíamos alcanzado. Pero si recibimos lo que el Señor nos habla sin filtrarlo conforme a nuestro interés entonces seremos edificados y seguiremos recibiendo más.