LA IGLESIA ES EDIFICADA
Mateo 16: 15-19
Jesucristo ha prometido edificar a su Iglesia. Él es fiel y su palabra dada tendrá fiel cumplimiento. La iglesia es suya y es Él quien la edifica. La iglesia es el pueblo de Dios redimido por Jesucristo; no es pueblo de nadie sino de Dios. La iglesia no es ciudadana de este mundo sino del Cielo. Las palabras de Jesús a Pedro revelan cómo edifica su iglesia, cómo edifica a todos los que él está llamando, y que parte tenemos los creyentes en ello. Estas palabras revelan cómo el Salvador y Señor Jesucristo nos saca del mundo para meternos en su reino.
Jesucristo edifica su Iglesia sobre la roca eterna y firme que es él mismo. Y la edifica teniéndolo a él como cabeza, como dirigente verdadero y omnipotente para que se haga su voluntad, que es perfecta.
Uno. Lo hace con un fundamento único que es su Persona, Vida, Muerte, Resurrección y Señorío. No hay otro Dios y Salvador, no hay otro en que podamos ser salvos, Mateo 16: 16; Hechos 4: 12. No hay vida vivida en la gracia plena de Dios sino la de Jesucristo, Juan 1:17, 18; Hebreos 4: 15.
No hay muerte vicaria, expiatoria y justa sino la de Jesucristo el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Apocalipsis 1: 5, 6. No hay otro Señor. Suyo es todo el poder tanto en el cielo como en la tierra. Suyo es el reino y el gobierno por derecho de creación, mérito y victoria, Hechos 2: 36. Él es el fundamento y también la cabeza de la iglesia. Toda esta obra de encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión, es hecha y terminada; y ha quedado registrada, no solo en forma de palabras por creyentes y aún no creyentes, sino en la vida de muchas personas desde entonces hasta hoy. Es consumada, está bien hecha, nada se le puede añadir y nada se le puede quitar, no se puede disminuir; nada ni nadie ya la puede impedir o quitar. Esta es nuestra fe, confianza y esperanza. En este único fundamento echamos raíces. Solo las raíces que se echan y profundizan en esta base sostendrán nuestra salvación y todo lo que hagamos durante nuestra vida de salvos.
Dos. Lo hace en base a la confesión de fe, revelada por la obra del Espíritu de Dios hecha en la persona, que confiesa la persona y la obra salvadora de Jesucristo en todas las áreas de la vida para vivir en obediencia, de manera que produce liberación y transformación. Contra esta fe de piedra sobre la Roca no puede ni los poderes de la muerte, es decir ni las aflicciones de la vida, ni la tentación y el pecado, ni las mentiras e influencia del diablo. Mateo 7: 24, 25; Romanos 8: 31-39.
Esta es nuestra parte, la confesión de fe que nos lleva a la obediencia y nos lleva a la transformación y el fruto. Esta obra transformadora es totalmente necesaria para no vivir la nueva vida de libertad como esclavos.
Tres. Y también lo hace con ese testimonio de la vida transformada del creyente y de la palabra viva de dios declarada, ahora en el poder del Espíritu de Dios, Hechos 1:8. Esta es nuestra misión, nuestra tarea hacia otros para que formen parte de la iglesia. El Señor no solo nos ha llamado a vivir la vida abundante sino a iluminar con ella para que otros también vengan a esta vida.
¡Este es el tiempo!
Es tiempo de creer y obedecer. Es el Momento de creer y por medio de la obediencia aplicar la obra salvadora de Jesucristo sobre nuestra vida de manera que él pueda edificarla. Y es el momento de serle testigos empoderados por el Espíritu Santo para que él añada a la Iglesia los que han de ser salvos. Es el momento de buscar la capacitación en el Espíritu para hacer discípulos a los que han sido salvos.
Es lo que Jesús ha prometido y entonces es lo que tendrá lugar. Su palabra se cumple y su obra será hecha, pero entonces también hemos de entender que nuestra edificación no vendrá de otra manera, ni lo que se construya en la Iglesia vendrá fuera de esta promesa de Jesucristo.