¡QUE NUESTRO CORAZÓN ARDA OTRA VEZ!

 Lucas 24:29-32

El tiempo que pasamos en comunión con Jesús es necesario para mantenernos en el camino de la fe; para creer y esperar firmemente en las promesas que nos hizo y para disponernos a obedecer lo que nos dijo que hiciéramos.

Cuando leemos y meditamos en su Palabra el fuego divino que una vez se encendió en nuestro corazón por la fe en el Hijo de Dios y Salvador es avivado y somos afirmados en lo que creemos acerca de Jesucristo. Nuestro corazón es liberado del letargo para creer en el que lo pueden sumergir las realidades que vivimos en este mundo. Porque la vida en este mundo nos puede hacer olvidar promesas que él nos dio. Él les dijo a sus discípulos que tendría que sufrir y morir crucificado pero también les dijo que resucitaría al tercer día. Nuestra fe es fortalecida en lo que enseña toda la Palabra sobre Jesucristo y quedamos sólidamente fundamentados en él, de tal manera que lo que se torció en nuestro nuevo caminar se enderece, o volvamos a tomar el verdadero rumbo de la voluntad de Dios si lo estábamos perdiendo. Porque aquellos discípulos iban hacia Emaús y no hacia Galilea como les había dicho Jesús.

Cuando recordamos la obra salvadora de Jesucristo por su sangre derramada y su cuerpo entregado hasta la muerte, que son simbolizados por el pan y el vino, entonces nuestros ojos espirituales se abren para ver a nuestro Salvador y Señor y recibir un deseo más profundo de conocerlo y amarlo.

El Señor Jesucristo es misericordioso y fiel, y saldrá a nuestro encuentro, como el pastor que va por la
oveja que se está desviando para que no se pierda. Caminará a nuestro lado para que el fuego que una vez se encendió no se apague sino se avive.

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