SANGRE Y ACEITE

 Marcos 14:14,15; Lucas 24:49; Hechos 2:1-4.

No hay pentecostés sin pascua. No hay unción de aceite sin limpieza con sangre. No hay Espíritu Santo sin Jesucristo.

Probablemente ese mismo aposento alto donde Jesucristo celebró la pascua con sus discípulos fue el que los discípulos usaron para orar pidiendo la promesa del Padre y donde recibieron la investidura de poder de lo alto, donde fueron bautizados con el Espíritu Santo.

Ese aposento alto fue usado primero para enseñar sobre la total necesidad de que el Cordero de Dios derramara su sangre y diera su vida hasta la muerte para el perdón de los pecados de las personas. No hay perdón sin la sangre derramada del Cordero. No hay salvación sin que Jesucristo lleve nuestros pecados sobre su cuerpo a la cruz y allí muera llevando él nuestra culpa y condena.

Ese mismo aposento alto sería también usado para que viniera el Espíritu Santo sobre los que ya habían recibido perdón de pecados, sobre los que ya habían sido limpiados por la sangre del Cordero. No hay nueva vida de poder divino sin la unción con el aceite del cielo, sin la investidura de poder de lo alto.

El aposento alto donde se enseñó sobre el cuerpo entregado y la sangre derramada del Hijo de Dios sería el aposento alto donde vendría el Espíritu Santo que fue enviado en su Nombre.

Primero la divina sangre, luego el divino aceite. Primero el Cordero, luego la Paloma.

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